La alpaca y la seguridad alimentaria
EL CONGRESO de la República ha debatido y aprobado el dictamen presentado sobre Seguridad y soberanía alimentaria, tema de capital importancia para nuestro país, que compromete el quehacer de este y los futuros gobiernos en la materia.
La Cumbre Mundial sobre Alimentación, en 1996, define a la seguridad alimentaria: “Cuando todas las personas de un país tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos de calidad para atender sus necesidades básicas de alimentación y llevar una vida activa y sana”.
Según el mismo foro, se dice que existe soberanía alimentaria cuando “los países deciden, de manera autónoma y sostenible, la producción y consumo de los alimentos que requieren para su desarrollo y el bienestar de su población”.
Esta conceptualización implica que, como país, para garantizar la seguridad y soberanía alimentaria debemos asegurar:
-El acceso a los alimentos.
-La disponibilidad de alimentos.
-El uso de los alimentos.
-La estabilidad de los suministros.
-La institucionalidad del país que controla estas variables.
En esta perspectiva, aún tenemos mucho que hacer como país en todos los aspectos señalados, pero sobre todo en lo que se refiere a la recuperación y utilización de alimentos que fueron relegados por la la cultura prehispánica y que ha sido relegada a los altos Andes.
No hace mucho tiempo los granos maravillosos de la quinua, la kañiwa o la kiwicha eran rechazados en las mesas de las clases altas de la capital y las provincias por ser “comidas de indios”, pero hoy en día son demandados, incluso, en el exterior, porque al fin se reconocen sus enormes valores proteicos.
Son muchos los alimentos y muchas las técnicas de producción que debemos rescatar de nuestro pasado prehispánico para aproximarnos a la meta de disponer de seguridad y soberanía alimentaria en nuestro país.
Nuestros antepasados supieron aclimatar plantas y animales, y obtener el máximo provecho de ellos sin dañar el ecosistema.
En lo referente a la producción y consumo de proteínas de origen animal, considero como un aspecto básico promover el consumo y la adquisición del charqui y la chalona de camélidos sudamericanos, no solo mediante su inclusión en los programas de apoyo alimentario, sino también estimular su consumo por la población en general.
Se trata de aprovechar su aporte para una vida sana y, a la vez, mejorar los ingresos de los criadores de alpaca y llamas asentados en los altos Andes, que son las zonas de mayor pobreza del país.
El consumo de la carne, charqui y la chalona de camélidos en un país deficitario de proteínas y calorías, con un incremento alarmante de anemia en mujeres gestantes y de niños de 0-5 años, es, sin lugar a dudas, una alternativa válida para revertir esta situación y una significativa contribución a la seguridad alimentaria del país.
Avanzar hacia la meta de disponer de seguridad y soberanía alimentaria significa también revalorar el aporte de los pequeños productores agrarios y ganaderos de los Andes, por cuanto la Sierra provee más del 60% de todos los alimentos que consume nuestra población.
De ahí que incentivar y mejorar la producción y el consumo de los alimentos andinos implica dinamizar la economía local para generar mayores ingresos y mejoras en la calidad de vida de los pequeños productores y de la población en general.
En el Perú tenemos 13 millones 800,000 peruanos que sufren de inseguridad alimentaria. Esta población está concentrada en los departamentos con mayores índices de pobreza y desnutrición, que mayoritariamente se encuentran en la Sierra peruana.
Los índices de desnutrición crónica infantil aún son preocupantes, a pesar de haber disminuido en los últimos años.
A manera de ejemplo, con esta ley podemos aprovechar, solo considerando a Huancavelica, de manera inmediata, cerca de 1,000 toneladas anuales de carne de alpaca, oferta que, sin duda, aumentará de manera significativa e impulsará el mercado de la carne de alpaca y llama, dinamizando la economía del corredor de pequeños productores de 3 provincias y 7 distritos que albergan más del 70% de la población de camélidos del departamento: Huancavelica, Ascensión, Pilpichaca, Santa Ana, Lircay, Acobambilla y Nuevo Occoro.
En los últimos años, grupos focalizados de criadores en regiones de Puno, Ayacucho, Cusco y el centro del país han venido tecnificando y elevando la cantidad y calidad de carne (fresca y seca) a través de simples e innovadoras técnicas, en las distintas etapas de producción.
HUGO CARRILLO CAVERO CONGRESISTA DE LA REPÚBLICA
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